el prohibicionismo es la fuente de poder de las mafias

Erdogan 2La negativa es clara y tajante. “¿No podría hacer una excepción? Ya sabe que soy cliente habitual...”. “No, ya le he dicho que no”. El vendedor de licores no se deja amilanar. Es sábado por la noche, la gente se emborracha por doquier, pero ni por esas.

En el centro de Estambul, en las semanas posteriores a la prohibición en Turquía de vender alcohol de diez de la noche a seis de la mañana, es habitual recorrer tres o cuatro bakkal –ultramarinos– hasta encontrar a un vendedor dispuesto a saltarse la nueva ley. La mayor parte tiene miedo a las multas.

La ley entró en vigor en septiembre. Según sus defensores, se trata de una medida que busca alejar a los jóvenes de los efectos nocivos del alcohol. Sin embargo, la oposición laica asegura que se trata de otra medida más de islamización de la sociedad.

Sea como fuere, desde que se hiciera oficial el cambio legislativo la demanda no ha cesado: el consumo de alcohol se mantiene estable, incluso con un leve ascenso. Y por ello ciertos establecimientos de ultramarinos, bares y restaurantes han tenido que agudizar el ingenio para satisfacerla.

Así, poco a poco, en diversas ciudades turcas la venta clandestina de licores por la noche se ha convertido en habitual. En general se sirven directamente a la vivienda en cuestión gracias a motociclistas. Algunos de ellos, habituales en el transporte de pizzas y demás comidas, encuentran ahora su labor bastante más lucrativa que antaño puesto que los precios en el mercado clandestino son bastantes más elevados que en las horas permitidas. La razón no es baladí: si son descubiertos, su patrono deberá pagar una multa que oscila entre las 10.000 liras (3.700 euros) y las 500.000 (185.000 euros). Por ello, el precio de las bebidas nocturnas se puede triplicar.

Desde que el partido islamistas Justicia y Desarrollo (AKP) llegara al poder en el 2002 su presión por islamizar a la sociedad turca ha sido gradual pero efectiva a largo plazo. Su líder, el pride alcohol estaría prohibida.

De hecho, el debate en Turquía viene de antiguo. Varios sultanes otomanos intentaron ilegalizar la bebida, pero también los hubo que no hacían ascos al buen vino. De las ruinas del imperio nació en 1923 un país con un estricto laicismo que promocionó entre las nuevas clases altas el consumo de la bebida nacional, el raki (de 45 grados). Y no es un secreto en Turquía que su creador, el presidente Atatürk, murió de cirrosis (y gustaba del raki, la bebida nacional).

17-XI-13, R. Ginés, lavanguardia