España cañí -139: el precio de una democracia (...) que no acabó con la dictadura

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No hubo reconciliación.

Hubo victoria de la impunidad, tanto para los verdugos, como para la memoria. Y sobre la desmemoria, fundamos un tiempo donde la gramática del franquismo se rehabilitó y conformó parte de la narrativa. No habita en la oscuridad, cohabita entre nosotros como si fuera una parte decente de la historia.

Lo último es esta cátedra del Ministerio de Defensa llamada Alfredo Kindelán, que abre su seminario sobre el Ejército del Aire. La cátedra la fundó Narcís Serra en 1988, cuando ya llevaba mucho tiempo en el cargo y los militares ya le habían perdonado su ascendencia socialista. No se sabe si lo hizo como concesión eterna a esos antiguos ruidos de sables o porque ya estaba tan puesto que no recordaba las muchas genuflexiones que tuvo que hacer, pero lo cierto es que es incomprensible que un ministro del PSOE aceptara poner a una cátedra de su ministerio el nombre del jefe de la aviación del ejército franquista. Kindelán fue el responsable de dar las órdenes a la Legión Cóndor de Alemania y a la Squadra Legionaria de Italia, conocidas por perpetrar los primeros bombardeos en la historia que buscaban masacrar a la población civil. Barcelona y Lleida dejaron en ellos centenares de víctimas. Que en pleno 2013, en un ministerio de una democracia, el significado colaborador del alzamiento fascista y responsable de bombardear desde el aire las ciudades desprotegidas haya encontrado su gloria es una perversión de todas las reglas éticas y morales que deben cumplirse en democracia. ¿Qué mensaje se da a aquellos que formen parte del seminario? Porque si bombardear a la población civil en colaboración con los nazis, no sólo no se castiga sino que se homenajea, significa que se ha perdido toda decencia.

Ningún país mínimamente presentable aceptaría glorificar a los responsables de sus masacres. España lo hace, y además el seminario lo preside el jefe del Estado. Es para llorar. O para huir.

21-XI-13, Pilar Rahola, lavanguardia