a los suizos no LES gobiernan, SE gobiernan

Referéndums: el apocalipsis al sur de los Pirineos; un domingo más en el corazón de los Alpes. En la Confederación Suiza los hay para casi todo. Votan si se sube el precio de la gasolina, qué día se recoge la basura, si se exportan armas o si los ricos cobran demasiado. A un habitante de Zurich, por ejemplo, pueden llegar a pedirle que vote hasta sobre 2.000 cuestiones a lo largo de su vida, según el politólogo Andreas Ladner.

File:Landsgemeinde Glarus 2006.jpgA los suizos no les gobiernan, se gobiernan. Aunque tienen democracia indirecta como el resto de europeos –cada cinco años hay legislativas– los gobernantes deben consultar cualquier cambio en la Constitución, aunque sea para subir el IVA. Los ciudadanos, además, pueden impugnar y someter a referéndum cualquier ley. Basta con recoger 50.000 firmas en los cien días siguientes a su aprobación. Con 100.00 firmas, además, se puede lanzar una iniciativa legislativa.

Este sistema de ataque y defensa frente al gobernante permite frenarle si ha ido demasiado lejos y espolonearle si avanza demasiado lento.

La democracia directa tiene raíces profundas en Suiza. Algunos historiadores apuntan a las votaciones a mano alzada en la plaza del pueblo, ya en la Edad Media, otros a la revolución francesa. En 1848, sin embargo, el Estado federal se fundó gracias a que “los cantones recibieron garantías de que el poder central nunca les arrebataría competencias”, explica Ladner.

Pero no todo son luces en la arcadia de la democracia. Los mismos suizos que son capaces de dar una lección de responsabilidad ciudadana y votar que no a regalarse dos semanas más de vacaciones al año, luego van y prohíben a los musulmanes construir minaretes mientras se siguen levantando campanarios.

El peligro del populismo, sobre todo si atenta contra los derechos humanos, ha suscitado un debate sobre los límites de la democracia directa. Detrás de los minaretes está el partido xenófobo SVP/UDC, que ha hecho de la iniciativa popular su gran arma. Esto explica, según Ladner, que la tasa de aprobación se haya disparado: entre 1994 y el 2003 sólo el 7% de las iniciativas logró la doble mayoría requerida (popular y cantonal); en el último decenio han sido el 27%.

Los minaretes, la expulsión criminales extranjeros, los crímenes paidófilos que nunca prescriben, la cadena perpetua para los delincuentes sexuales incurables... La mayoría de iniciativas aprobadas llevan la huella del SVP-UDC. “Todas tienen que ver con el miedo. Y en ese terreno, cuesta más convencer a los ciudadanos con argumentos racionales”, señala Pascal Sciarini, profesor de Política en la Universidad de Ginebra.

La xenofobia no es un invento del siglo XXI. La primera iniciativa popular (1893) ya tenía un tinte antisemita. Prohibió la tradición kosher al obligar a que el ganado fuera aturdido antes del degüello. Sciarini apunta, además, que “en los años 70 hubo muchas votaciones contra españoles, portugueses, italianos. Ahora el otro es el musulmán o el africano, pero es el mismo reflejo del miedo”.

Las minorías sin derecho a voto son el talón de Aquiles de la democracia suiza, opina Daniel Ordás. “Pero otros países hacen los mismos disparates xenófobos, no se puede culpar a la democracia directa”, añade este abogado suizo hijo de españoles, que cree que España debe inspirarse en Suiza para regenerar su sistema político.

“El mejor referéndum es el que no se celebra. El Parlamento, sólo sabiendo que existe esa posibilidad, ya legisla de otra forma. Obliga a los políticos a buscar consenso y estabilidad, y eso es lo que más necesita España”. Con un sistema a la suiza, asegura Ordás, Wert nunca hubiera aprobado su reforma educativa.

La búsqueda del consenso obliga a la paciencia para cambiar las cosas, según sostiene Rafael Lalive, profesor de economía en la Universidad de Lausana, que subraya que las mujeres no pudieron votar hasta 1971. “Pero al menos aquí no se ven los bandazos de otros países. Es ilógico que en Francia llegue Hollande y se cargue las leyes de Sarkozy, ¡qué derroche de esfuerzo!”. ¿Les suena?

24-XI-13, G. Saura, lavanguardia