el Estado sirio se reduce al Levante

Han vuelto a difundirse en los medios sensacionalistas del golfo Pérsico declaraciones de ministros de Asuntos Exteriores como el de Arabia Saudí, y otros diplomáticos árabes, asegurando que los días del rais Bachar el Asad están contados.

Esta vez los pronósticos se basan en las sucesivas derrotas del ejército sirio a manos de las milicias islamistas que se financian, en gran medida, con dinero que envían las monarquías absolutistas del Golfo.

Las fuerzas de Asad han perdido el control de Palmira y de amplias zonas en el norte del país, en torno a la ciudad de Idlib, ahora en poder del frente Al Nusra. El Estado Islámico, por su parte, controla todo el centro y este del país, y todos los puestos fronterizos con Iraq.

No hay duda de que el régimen de Asad ha quedado profundamente debilitado. Y es desde esta posición de vulnerabilidad que durante el fin de semana atacó la provincia de Alepo. Los helicópteros lanzaron barriles trufados de explosivos sobre la población. Murieron 84 personas y Stephan de Mistura, enviado especial de Naciones Unidas, condenó enérgicamente la ofensiva. Llevaba varias semanas negociando en vano un alto el fuego en Idlib que las fuerzas rebeldes rechazaban de plano.

Al final de una cena en mi reciente visita a Damasco, los comensales, miembros del partido gubernamental Baas, extendieron el mapa de Siria sobre la mesa. De manera gráfica me explicaron lo que ahora se confirma, es decir, la aplicación de una nueva estrategia militar más defensiva, promovida por Irán, con el objetivo de proteger los grandes centros de población que todavía están bajo control gubernamental y donde se han refugiado habitantes huidos de zonas dominadas por los yihadistas.

El criterio de los dirigentes de Damasco es que no sólo el ejercito sirio debe luchar contra el terrorismo si no que el mundo debe decidir si acepta o no el establecimiento de un califato en el corazón de Oriente Medio dirigido por el grupo armado del Estado Islámico.

Buena parte del territorio en poder de los yihadistas es desértico. El gobierno mantiene el control sólo sobre un 25% del país, pero en estas zonas es donde vive el 60% de la población. El geógrafo Fabrice Balanche sostiene que entre el 10% y el 15% de los sirios viven bajo el Estado Islámico, entre el 20% y el 25% bajo el frente Al Nusra y entre el 5% y el 15% bajo las milicias kurdas.

El desgaste de las fuerzas armadas sirias es muy fuerte. Han perdido a más de 68.000 hombres, según las últimas estimaciones. Hay miles de jóvenes que no quieren ir a filas. Esta falta de efectivos explicaría las últimas derrotas en Palmira e Idlib, y la nueva estrategia defensiva. Ni los refuerzos que envía Hizbulah son suficientes.

El ejército aún cuenta con 175.000 soldados, que ahora el Gobierno ha colocado en el litoral mediterráneo, para asegurar plazas como Lataquia y Tartus, el eje Damasco-Homs, la región drusa de Sueida y la parte de Alepo que aún no ha perdido.

Los yihadistas consideran que las últimas derrotas del ejército sirio debilitarán aún más a Bachar el Asad, incapaz de presentar a la población éxitos convincentes.

Los militares de Damasco han tenido que reducir sus ambiciones estratégicas. Están percatados de que no les faltará la ayuda de Irán y Rusia en esta larga guerra de desgaste. Y esperan que sea suficiente para no capitular.

2-VI-15, T. Alcoverro, lavanguardia