¿por qué no sabemos inglés después de 12 años de asignatura obligatoria?

- cuando el Ejecutivo pasa por encima del Judicial, para hacer ingeniería lingüística

Lo sucedido en Balears en este inicio de curso da que pensar. El Gobierno de Bauzà quiere una escuela plurilingüe, o al menos eso dice. No es que esto sea malo, al contrario. Que los niños salgan de la ESO dominando el catalán, el castellano y el inglés es un objetivo del que difícilmente se puede estar en contra. Bauzà se ha estrellado contra la pared educativa porque ha tomado la vía de las prisas y la imposición. El problema es que su discurso ha perdido así toda credibilidad al dejar al descubierto que su interés real es que se hable menos en catalán.

Ahora que en Catalunya empezaremos a probar en serio el plurilingüismo, Rigau debería tener los ojos bien abiertos al experimento Bauzà. Los estudiantes en Balears recibirán en inglés asignaturas troncales, aun cuando no las entiendan ni en castellano ni en catalán. Bauzà ha pasado el rodillo y no ha dejado que sean los claustros los que elijan ni las materias ni el ritmo.

En Catalunya, sin nuevo conflicto a la vista por la inmersión lingüística, el modelo es otro. Aquí los niños, y de momento sólo los de cincuenta centros educativos de primaria y secundaria, recibirán “unidades de contenido de materias no lingüísticas” en inglés, por ejemplo, en la clase de educación física. Si funciona, el plan se extenderá a todos los centros y se dará en inglés hasta un 18% del currículo. En el 2018 la mitad de los alumnos deberían alcanzar el B1 –algo por debajo del First Certificate– cuando terminen la ESO.

Dos experiencias distintas, una misma duda: ¿tienen los docentes la suficiente preparación? ¿El propietario de un First Certificate o equivalente está capacitado para impartir una asignatura en inglés a chavales de ESO y bachillerato? La respuesta de Bauzà y Rigau es que sí. Pero de qué inglés hablamos.

Todos hemos sufrido a profesores cuyas enseñanzas creíamos emitidas en swahili. Claro que ha habido mejoras en los últimos años, aunque tibias, a juzgar por los resultados. Sería injusto negar los esfuerzos de una parte del profesorado en mejorar su formación, pero el B2, el mínimo que se exige, no deja de ser un nivel medio. Permítanme, mediocre. Nada que ver con el título en Filología Inglesa, el Advanced o el Proficiency, que acreditan un dominio de la gramática y la pronunciación.

Es obvio que no toda la culpa es del docente. Aun siendo cierto que no basta con las tres horas semanales del currículo actual, que el inglés resulta difícil para los hablantes de lenguas románicas y que es un gran error permitir que cuando el alumno sale del colegio no tenga otro contacto con el idioma en su entorno, no se explica que uno de cada cuatro estudiantes termine la ESO sin el conocimiento mínimo. Si la escuela quiere ser trilingüe, que empiece por identificar la raíz del problema. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, también decía dominar el inglés y ya ven.

12-IX-13, S. Quadrado, lavanguardia