la burbuja del fútbol profesional muestra de qué está hecha nuestra cultura política

    El fútbol español está endeudado hasta más allá de lo sostenible. La cifra se eleva a unos 3.600 millones de euros, con Real Madrid y Barcelona en cabeza. Entre ese montante se hallan los más de 600 millones a Hacienda y otros más de 17 a la Seguridad Social. La cuestión está en que el fútbol generó en España, en la temporada 2012-2013, un negocio de unos 1.700 millones anuales y los clubs se gastaron 2.100, con lo que la deuda, lejos de disminuir, se acrecienta. Mientras hay clubs, como los dos citados arriba, que pueden hacer frente a sus compromisos financieros porque sus ingresos lo permiten, otros, en cambio, se hallan con el agua al cuello. Prácticamente, en situación de quiebra técnica.

Ahí está el plante que los jugadores del Racing de Santander hicieron el pasado jueves en el Sardinero para exigir la dimisión de la junta después de cuatro meses sin cobrar. O los graves problemas en que se encuentra otro histórico, el Valencia, cuyas deudas con Bankia y la Generalitat son la prueba de lo mal que se han hecho las cosas en los últimos años en que el club ha sido pasto de políticos, empresarios y gente con pocos escrúpulos. No son los únicos clubs con problemas. La cuestión afecta a casi todos. Si el ejemplo de los futbolistas del Racing de Santander cundiera, la competición se colapsaría y no es descartable que lo haga en el futuro.

Pero el problema ya ha traspasado las fronteras. Hace pocas semanas, Bruselas abría un expediente al fútbol español por presunta competencia desleal, acusado por otros clubs europeos de recibir ayudas del sector público. Una investigación que puede poner patas arriba a varias entidades, no sólo por las deudas con Hacienda y las ayudas de gobiernos y ayuntamientos, sino por los trapicheos urbanísticos cometidos para la revalorización de terrenos y otros desmanes intolerables para cualquier sociedad madura.

Claro que el mundo del fútbol español no es una isla de mala gestión y corrupción en un entorno angelical, sino que proyecta la imagen de un espejo. La situación ha llegado tan lejos que, o se afronta una reforma en profundidad que, por lo visto hasta ahora nadie quiere acometer, o el fútbol español acabará en manos de grupos de inversores que pagarán deudas, potenciarán equipos y los clubs se convertirán en franquicias globales y despersonalizadas. Unas franquicias que exigirán, también y a fin de cuentas, una reforma en profundidad de las estructuras del fútbol para que no haya competencia desleal. O sea, reforma del fútbol sí o sí. O la hacen unos o se la harán los otros.

4-II-14, lavanguardia